flamenco
Sones aflamencados de importación
Cantes y bailes importados de latinoamérica o de otras regiones de España que fueron "aflamencados" en Andalucía.
Colombiana, Vidalita y Milonga
Colombiana
Muchos flamencólogos no incluyen las colombianas ni las vidalitas en la rama de los sones aflamecados de importación, por considerar que poseen poca fuerza flamenca. La Colombiana, de colombiana, natural de Colombia, suele encasillarse dentro de los cantes de ida y vuelta o de influencia hispanoamericana, aunque hay quienes lo niegan. Sin embargo, no procede de Colombia, más bien se trata de un cante creado por Pepe Marchena, junto a Hilario Montes, que toma como base la rumba española. Curiosamente es uno de los más populares cantes hispanoamericanos. Fuente: El flamenco que viví, por José de la Vega
Vidalita
La vidalita es un estilo musical no bailable característico del folklore de Argentina y Uruguay. En este cante de origen argentino que cantaban los gauchos acompañados de sus guitarras, las letras versan primordialmente sobre el amor y las universales y tormentosa pasiones que conlleva el deamor. Parece ser que vidalita deriva de la afectuosa frase mi vida. La vidalita está emparentada y a veces es confundida con la vidala. La vidalita suele ser más lenta que la vidala, a la vez que los versos suelen ser amorosos y alegres, pero acompañados de una música triste. En sus versos, muchas veces, la vidalita se caracteriza por intercalar la expresión "vidalita" acentuada en la última sílaba (vidalitá), para producir el efecto de que el cantante le habla a la vidalita. Lo mismo que sucedió con las guajiras, Pastora Pavón, La Niña de los Peines, se vio obligada a grabar vidalitas ante la insistente acucia de la casa discográfica Odeón. A estos aires indianos a los que Pastora califica de cantes sin fundamento y que venían pequeños a la grandeza de su voz, la genial cantaora los reviste de su flamencura. Fuente: El flamenco que viví, por José de la Vega
Milonga
Es la milonga otro género trasplantado por los numerosos repatriados, colonos, artistas y soldados, que regresaron a España a finales del siglo XIX, evocando en sus cantos las tierras americanas. Al igual que la vidalita, la milonga es de procedencia argentina, oriundas de la región del Plata. Los estudiosos Romualdo Molina y Miguel Espín apuntan que la milonga que se integra al flamenco llega en su variante bailable, como teatralización de la milonga argentina primitiva. La milonga argentina es un género inminentemente cantable y proviene de la llamada payada de contrapunto y, en el proceso evolutivo que la generó como estilo musical, pasa por el yarabí y otros géneros llamados tristes. Sus letras se centran en todo cuanto concierne al amor y a sus desengaños. Unos cantaores la han llevado al estilo de fandangos y otros al de bulerías y rumbas. Su flamen cura está en el sabor que le imprimen sus intérpretes. Fuente: El flamenco que viví, por José de la Vega
Muchos flamencólogos no incluyen las colombianas ni las vidalitas en la rama de los sones aflamecados de importación, por considerar que poseen poca fuerza flamenca. La Colombiana, de colombiana, natural de Colombia, suele encasillarse dentro de los cantes de ida y vuelta o de influencia hispanoamericana, aunque hay quienes lo niegan. Sin embargo, no procede de Colombia, más bien se trata de un cante creado por Pepe Marchena, junto a Hilario Montes, que toma como base la rumba española. Curiosamente es uno de los más populares cantes hispanoamericanos. Fuente: El flamenco que viví, por José de la Vega
Vidalita
La vidalita es un estilo musical no bailable característico del folklore de Argentina y Uruguay. En este cante de origen argentino que cantaban los gauchos acompañados de sus guitarras, las letras versan primordialmente sobre el amor y las universales y tormentosa pasiones que conlleva el deamor. Parece ser que vidalita deriva de la afectuosa frase mi vida. La vidalita está emparentada y a veces es confundida con la vidala. La vidalita suele ser más lenta que la vidala, a la vez que los versos suelen ser amorosos y alegres, pero acompañados de una música triste. En sus versos, muchas veces, la vidalita se caracteriza por intercalar la expresión "vidalita" acentuada en la última sílaba (vidalitá), para producir el efecto de que el cantante le habla a la vidalita. Lo mismo que sucedió con las guajiras, Pastora Pavón, La Niña de los Peines, se vio obligada a grabar vidalitas ante la insistente acucia de la casa discográfica Odeón. A estos aires indianos a los que Pastora califica de cantes sin fundamento y que venían pequeños a la grandeza de su voz, la genial cantaora los reviste de su flamencura. Fuente: El flamenco que viví, por José de la Vega
Milonga
Es la milonga otro género trasplantado por los numerosos repatriados, colonos, artistas y soldados, que regresaron a España a finales del siglo XIX, evocando en sus cantos las tierras americanas. Al igual que la vidalita, la milonga es de procedencia argentina, oriundas de la región del Plata. Los estudiosos Romualdo Molina y Miguel Espín apuntan que la milonga que se integra al flamenco llega en su variante bailable, como teatralización de la milonga argentina primitiva. La milonga argentina es un género inminentemente cantable y proviene de la llamada payada de contrapunto y, en el proceso evolutivo que la generó como estilo musical, pasa por el yarabí y otros géneros llamados tristes. Sus letras se centran en todo cuanto concierne al amor y a sus desengaños. Unos cantaores la han llevado al estilo de fandangos y otros al de bulerías y rumbas. Su flamen cura está en el sabor que le imprimen sus intérpretes. Fuente: El flamenco que viví, por José de la Vega
Guajira, Garrotín y Farruca
Guajira
En España la guajira comenzó a llegar a ser popular alrededor del final del siglo XVIII. En especial la cultura musical canaria, sobre todo en el uso de la guitarra y el triple, ha tenido gran influencia en la música guajira. Cantes de ida y vuelta que importaron nuestros abuelos de Latinoamérica de la Isla de Cuba, donde los campesinos blancos reciben el nombre de guajiros, por eso se denomina música guajira o música de los guajiros, de modo general, a la música surgida e interpretada en sus zonas rurales y que se fusionaron con nuestros sones flamencos. Tuvo su gran esplendor en los años veinte y treinta del pasado siglo. Así, como género musical, la guajira es parte de la música campesina y guarda semejanza con la criolla y el punto cubano, pero tiene algunas diferencias. Evocan por lo general la vida rural y las historias de amor. En la guajira alternan los ritmos de tres por cuatro y seis por ocho. Su primera parte se escribe en modo menor, y la segunda en mayor. Concluye siempre sobre la dominante del tono en que está compuesta. Hay una modalidad también llamada guajira, pero que consiste, en…
Garrotín
Se haría interminable trascribir todas las referencias y alegatos a la cuna de este jocoso garrotín, del que se entiende que vino al mundo con la función de acompañar el baile. Tanto si nació en Asturias, en Catalunya, o en Andalucía, es de agradecer que le hicieran un hueco en el ámbito del flamenco aunque, igual que ocurre con la rumba, no deja de ser un cante y baile menor. Nuestro admirado Carlos Almendros, que lo cuelga en su árbol genealógico como una ramita más de los cantes de importación dice: El garrotín es un cante y baile de procedencia asturiana. Su adaptación al flamenco tuvo lugar a finales del siglo XIX. Pastora Pavón, La Niña de los Peines, le dio su carácter definitivo, con el son y la extensión que ahora tiene. Antonio Mairena le imprimió un tinte marcadamente flamenco. Son varios los que se adjudican la autoría de su baile, incluso en la primera década del siglo XX se habla de un bailarín cómico llamado Lázaro el Negro, que acentuaba de tal manera los pasos y los gestos característicos de este baile que los convertiría en una parodia. Otra que lo bailaba y se lo cantiñeaba…
Farruca
Andalucía, receptiva a todo lo que es arte, enriquece su almacén con las tonadas que importaron los gallegos a principios del siglo XX, a los que los andaluces llamaban farrucos. Se dice que el cantaor jerezano, Manuel Lobato, El Lolo, fue el que puso flamencura a estos ritmos gallegos, cante que si estuvo en desuso, afortunadamente, ha sido rescatado. Este cante, junto con los campanilleros, fue el que más éxito le dio a Manuel Torres en los cafés cantantes sevillanos. La primacía de este baile por derecho se atribuye a Faíco, que junto con el guitarrista Ramón Montoya consiguió una gran popularidad. Otros dos grandes farruqueros fueron Joaquín y el jerezano Ramírez, pero Antonio Escudero, El Gato, quien le imprimió su gran personalidad, obteniendo más éxito que su compañero. Fuente: El flamenco que viví, por José de la Vega
En España la guajira comenzó a llegar a ser popular alrededor del final del siglo XVIII. En especial la cultura musical canaria, sobre todo en el uso de la guitarra y el triple, ha tenido gran influencia en la música guajira. Cantes de ida y vuelta que importaron nuestros abuelos de Latinoamérica de la Isla de Cuba, donde los campesinos blancos reciben el nombre de guajiros, por eso se denomina música guajira o música de los guajiros, de modo general, a la música surgida e interpretada en sus zonas rurales y que se fusionaron con nuestros sones flamencos. Tuvo su gran esplendor en los años veinte y treinta del pasado siglo. Así, como género musical, la guajira es parte de la música campesina y guarda semejanza con la criolla y el punto cubano, pero tiene algunas diferencias. Evocan por lo general la vida rural y las historias de amor. En la guajira alternan los ritmos de tres por cuatro y seis por ocho. Su primera parte se escribe en modo menor, y la segunda en mayor. Concluye siempre sobre la dominante del tono en que está compuesta. Hay una modalidad también llamada guajira, pero que consiste, en…
Garrotín
Se haría interminable trascribir todas las referencias y alegatos a la cuna de este jocoso garrotín, del que se entiende que vino al mundo con la función de acompañar el baile. Tanto si nació en Asturias, en Catalunya, o en Andalucía, es de agradecer que le hicieran un hueco en el ámbito del flamenco aunque, igual que ocurre con la rumba, no deja de ser un cante y baile menor. Nuestro admirado Carlos Almendros, que lo cuelga en su árbol genealógico como una ramita más de los cantes de importación dice: El garrotín es un cante y baile de procedencia asturiana. Su adaptación al flamenco tuvo lugar a finales del siglo XIX. Pastora Pavón, La Niña de los Peines, le dio su carácter definitivo, con el son y la extensión que ahora tiene. Antonio Mairena le imprimió un tinte marcadamente flamenco. Son varios los que se adjudican la autoría de su baile, incluso en la primera década del siglo XX se habla de un bailarín cómico llamado Lázaro el Negro, que acentuaba de tal manera los pasos y los gestos característicos de este baile que los convertiría en una parodia. Otra que lo bailaba y se lo cantiñeaba…
Farruca
Andalucía, receptiva a todo lo que es arte, enriquece su almacén con las tonadas que importaron los gallegos a principios del siglo XX, a los que los andaluces llamaban farrucos. Se dice que el cantaor jerezano, Manuel Lobato, El Lolo, fue el que puso flamencura a estos ritmos gallegos, cante que si estuvo en desuso, afortunadamente, ha sido rescatado. Este cante, junto con los campanilleros, fue el que más éxito le dio a Manuel Torres en los cafés cantantes sevillanos. La primacía de este baile por derecho se atribuye a Faíco, que junto con el guitarrista Ramón Montoya consiguió una gran popularidad. Otros dos grandes farruqueros fueron Joaquín y el jerezano Ramírez, pero Antonio Escudero, El Gato, quien le imprimió su gran personalidad, obteniendo más éxito que su compañero. Fuente: El flamenco que viví, por José de la Vega
Colombianas. Rocío Jurado